¿Por qué llora Quintana?

                                     «La gentileza de los desconocidos»
                                         Cuento de Antonio Muñoz Molina»
                                        («Nada del Otro Mundo» - Cuentos)


Una interpretación

Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén), España, en el ’56 y es considerado como uno de los novelistas más significativos de la literatura española actual. Estudió historia del arte y periodismo en las universidades de Granada y de Madrid. Su primer libro resultó de la compilación, en 1984, de algunos artículos que había publicado en diversos periódicos. Se llama El Robinson urbano. Madrid es un tema recurrente en sus obras. Por ejemplo, Beltenebros (del ‘89), Los misterios de Madrid (del ‘92) y El dueño del secreto (del ’94). También en nuestro cuento la historia ocurre en Madrid. Obtuvo dos premios con dos importantes obras: El invierno en Lisboa (del ’87), Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa, y El jinete polaco (del ’92), Premio Planeta. En 1995 fue elegido académico de la Real Academia Española.

¿Qué podemos decir sobre este cuento, que sólo aparentemente es un cuento policíaco, haciendo una reflexión general en torno a los personajes y a los valores que mueven sus vidas?

1. En primer lugar, hay que empezar por el título del cuento: «la gentileza de los desconocidos». Realmente, se trata de una historia entre dos desconocidos donde, en la superficie, se ve funcionando un tipo de relación que podemos definir con la palabra gentileza.

2. Sin embargo, verdaderamente se trata de un encuentro entre dos soledades muy diferentes, pero comunes en su profunda inadaptación respecto a la sociedad. Incluso la soledad de Quintana que, aunque sea experto en ventas de libros, en su intimidad - y en la realidad - mantiene una relación patológica con los otros, una relación movida por un sentimiento de destrucción, mientras que el encuentro con la soledad de Walberg empieza a producir efectos que lo alejan de su anómala estructura psicológica, emergiendo algo parecido con una segunda personalidad llena de humanidad, incluso de una verdadera sociabilidad rudimentaria (como se puede ver en el acto de tomar té), como si se tratara de pura esquizofrenia.

3. En mi opinión se trata, sin duda alguna, de una reflexión sobre la soledad en tres niveles:

a) por un lado, cuando la soledad se presenta como resultado objetivo de un recorrido de vida, del conjunto de los sucesos de nuestra vida individual, se presenta como algo inevitable, como una cárcel a donde la vida nos ha conducido;
b) por otro lado, cuando la soledad representa una opción espiritual, la elección voluntaria del propio aislamiento espiritual;
c) y, finalmente, cuando la soledad es casi un imperativo físico del ordenamiento del territorio urbano, sobre todo metropolitano.

Nuestro personaje principal explota la síntesis de estos tres niveles:

a) perdió la amistad de sus familiares, de sus amigos; perdió su trabajo y el respeto de la comunidad donde vivía; fue condenado a dos años de cárcel porque tuvo una relación amorosa con una joven de quince años, su alumna;
b) por eso, tuvo que transferirse a Madrid, ciudad inmensa y donde no conocía a nadie;
c) era uno de los más reputados catedráticos latinistas españoles siendo su cotidiano ocupado sobre todo por los estudios antiguos, alejando los problemas de la vida moderna, aunque trabajara en un pequeño centro de estudios, haciendo tareas burocráticas.

En Madrid, Walberg vive solo y sin referencias exteriores.Vive socialmente y subjetivamente aislado. Sin embargo, como ser humano, con sus pulsaciones vitales, no puede dejar de tener necesidad de algunas referencias exteriores, incluso referencias afectivas. Por eso empieza a depender cada vez más de la gentileza de eso desconocido que se llama Quintana. Gentileza que va convirtiéndose en amistad, complicidad, reparto. La relación que mantiene con este personaje sólo es posible porque Walberg vive en aislamiento social radical: Quintana es su puente con el exterior, pero también con su interioridad, con su misma historia personal. Por ejemplo, con Quintana Walberg hablará de su historia con la joven de quince años mientras jamás había pensado en hacerlo con alguien. Yo creo que Quintana, el cortador de labios y asesino de Walberg, es un pretexto de Molina para hablar de la soledad de Walberg con profundidad:
a) por un lado, para subrayar el lado humano, demasiado humano de Walberg, que aunque ya sepa quién es el asesino y que éste lo asesinará también, consigue decirle que no le siente odio y que ni siquiera puede decirle que haya dejado de ser amigo suyo;
b) por otro lado, subrayando la tragedia, pero recuperando la dimensión de autenticidad que siempre emerge en las relaciones humanas más profundas, Molina recupera un sentido para la vida atormentada de Walberg cuando, al final, pone en escena la joven, buscando el afecto perdido de un Walberg que desgraciadamente ha muerto sin saber que el suyo, finalmente, era un afecto profundamente correspondido, sin saber que el futuro podría darle la posibilidad de, con el afecto de una joven mujer, rescatar su torpe vida, sus desgracias, su trágico destino;
c) ¿Finalmente, por qué llora Quintana, el asesino compulsivo? Yo creo que también él compartió el flujo de humanidad que se desarrolló entre estos dos desconocidos, algo más allá de la gentileza, quién sabe si aquel nexo vital que sólo emerge en situaciones tan radicales como la que vivieron estos dos desconocidos: la soledad compartida, el amor y la muerte.

Publicada por João de Almeida Santos em Sábado, Julho 18, 2009